miércoles, 10 de agosto de 2011

Mis primeras puntas de ballet

¡Buenaaaaaaas!     ¿Qué tal todo?

Bueno, en este apartado del blog quería comentaros cómo me sentí cuando me dijeron que me tenía que comprar aquellas preciosas zapatillas rosas *.*

Todo comenzó en una clase de ballet, cuando, al acabar la clase, mi profesor (siempre he tenido dos profesores, un chico y una chica) de ballet se acercó a mí y me comentó que debería ir mirando unas puntas, que no pasaba nada si no las tenía para la clase que viene, pero que me lo fuera planteando pues sería buena hora. Yo no tenía ni idea de cuál serí mi número y una compañero me dejó las suyas. Tuve suerte y ese fue mi número, 9M. (Normalmente uso un 38/39). Es para que sepáis que si tenéis la intención de compraros unas, sabed que no es el número de pie "normal". Aunque si os soy sincera, no se cómo va, siendo franca, porque es bastante inusual encontrarte eso. Me emocioné mucho, pues siempre he querido tener unas puntas de ballet y poder decir, sí, estas son mías.

Cuando llegué a casa se lo dije a mi madre y bueno, ella se levantó del ordenador, me dio un abrazo y me dijo: enhorabuena. La comenté lo que me dijo el profesor, el que no había prisa, pero la dije que si podíamos ir cuanto antes mucho mejor. Ella lo entendió y al día siguiente fuimos a la tienda especializada. Dormí exhausta y muy muy nerviosa, ¡no me lo podía creer!, ¡por fin, después de tanto tiempo!

Llegó mañana y me vestí, me duché, desayuné rápidamente y fuimos a la tienda. Fue entrar y enamorarme, todo era vestuario para cualquier tipo de danza, flamenco, claqué, moderno, ballet, sevillanas, tango, cha-cha-cha... Y  fue cuando al mirar a la dependienta, detrás de ella, estaban todas aquellas magníficas puntas, de distintas marcas, de distintos colores y las cintas, las protecciones... Era como un sueño hecho realidad. Me tuve que probar varios pares, pues me dijo mi profesor que las puntas es algo muy personal (cuánta razón tuvo en eso) y que nadie se las podría poner, solo serían mías, y aunque me tuviera que probar toda la tienda, saldría con mis puntas, con las que me sintiera cómoda y con las que sintiera que ellas estaban hechas para mí. Y así fue, cuando después de unos cuantos pares, las encontré, y no me lo pensé dos veces: "Éstas son para mí", dije. Y sí, ésas fueron las que me llevé a casa. Hubo un pequeño problema, no quedaban protecciones, no las de silicona que son las que utilizo. Así que tuve que esperar, pero no me importó, porque tenía mis lindas puntas y las cintas de color rosita claro. Ese día fue el día más feliz de mi vida, no hay uno que se compare a ese, y ojalá pudiera vivirlo cada día.

Hace ya más de un año que sigo teniendo las puntas, al final no las utilicé mucho, pero yo sigo con ellas en casa, poco a poco, intentando mejorar para poder hacerlo mejor en clase. En la siguiente entrada hablaré del después de las puntas y de mi primera clase con ellas.

Espero que os halla gustado, y bueno, sé que las puntas son dolorosas, pero si de verdad amáis la danza, o al menos tanto como yo, os parecerá un juego de niños y no será un problema.

Un beso a tod@s




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